Durante la pandemia ocasionada por el Covid-19, hemos sido testigos que plataformas como Facebook, Twitter, WhatsApp, instagram y tiktok, han desarrollado a nivel social una cibercultura, promoviendo estilos de vida, forma de pensar, actuar y relacionarse, generando influencia en los comportamientos de jóvenes y adultos.
Del mismo modo, la búsqueda de engrandecer el círculo social de los usuarios a nivel internacional se ha convertido en la fuente de apertura a diferentes comportamientos positivos y agresivos camuflándose en la “libertad de expresión” afectando el bienestar social y psicológico (problemas de autoestima, acoso, pérdida de la intimidad personal, agresión psicológica, entre otras) dentro de la comunidad virtual.
En ese sentido, es el cyberbullying el término que puede usarse para referirnos a este problema social, ya que el mismo se refiere a las agresiones intencionales y repetidas que se realizan a través de las tecnologías digitales, pudiendo ser este directo, si son agresiones online ocurridas entre el perpetrador y la víctima, o indirecto, si alude a las afrentas públicas en internet, especialmente en las redes sociales, para que sean visualizadas por el mayor número de personas posibles.
Este fenómeno abarca un gran número de actividades como publicar en internet fotos y videos vergonzosos de otra persona sin su consentimiento, difamar a alguien en medios digitales, hostigar a través de redes sociales y atemorizar a una persona o grupo de personas por aplicaciones de mensajería instantánea. El cyberbullying provoca problemas de salud mental ya que socava el bienestar psicológico y social de los individuos.
En este tipo de agresiones existen tres actores: víctimas, agresores y espectadores. Y diariamente vemos como el contenido excesivo de las redes, la virtualidad como camuflaje y el mal uso de la “libertad de expresión” ha despertado en ellos la baja tolerancia a la frustración y la incapacidad de empatizar con los demás, dando efecto muchas veces a agredir publicaciones de diferentes creencias y lejos de nuestra aceptación personal y cultural. Asimismo, algunos agresores suelen estar motivados y orientados por rasgos antisociales, extrovertidos o introvertidos.
De esta manera, tanto agresores, víctimas y espectadores se enajenan de su realidad en busca de la aceptación y encaje social, trayéndonos como consecuencia a largo plazo problemas psicosociales como la violencia cibernética, ansiedad, estrés social y en algunos casos el suicidio. Muchas veces los espectadores no asumen la responsabilidad de intervenir si entienden que hay “otro” que podría hacerlo. Es importante pensar que nuestro apoyo a quién está sufriendo el cyberbullying es más importante de lo que creemos.
Aquí una pautas para prevenir el cyberbullying:
No contestes provocaciones, ignóralas.Compórtate con educación y respeto en la red.Si te molestan, bloquea al usuario o abandona la conexión y pide ayuda.No facilites datos personales.
Por Evelyn Condori Ramirez y Katterine Oviedo Calvo